NI UN LLOBRI

A ese maricón culiao hace rato que lo andaba buscando pa sacarle la chucha.


Había tratado de olvidarme de la hueá, fumando porro y poniéndole al vino, pero a esa altura de la noche, cuando apareció el bastardo, lo vi todo en rojo, hermano, y de nada sirvió el atracón que me había pegado con la rusia en las escaleras. Yo pensé que había relajado la vena ya, pero no, guacho. No pasa ná. Cuando lo vi asomarse allí, por las ruinas de nuevo, se me encendió la sangre, hermano, y me píqué a choro no más po, sí, no te lo voy a negártelo. Fui yo el que se zarpó, pero es que el gil culiao me tenía envenao. Vos me mirai como si yo fuera ahueonao o no sé, termocéfalo, cabeza caliente, perkin. Como si siempre se me arrancaran los enanitos al bosque. Y na que ver pos. Si vos sabís que yo no soy así, que yo ando carreteando tranqui no más y que esta hueá me sobrepasó. Porque la dura que me sobrepasó, hermano, yo andaba en la mejor onda ayer hasta que quedó la cagá.


Vos te acordai pos, si me viste en la escalera del Cerro Cárcel ¿si o no? Pasaste corriendo escalera arriba con un paco a la siga. Sí, erai vos, sí, si te caché porque andabai con la polera de Dos Minutos que me choreaste pos hueón. Ni un drama, si estábamos todos en la misma, dando cara ahí a todo ritmo po. Además la ropa, entre amigos, se presta siempre po. La vimos brígida, sí, pero la hueá fue zarpada ¿te acordai? nunca había visto a los cabros tan envalentonados y la yuta culiá ni un brillo, hueón; puro jugo dieron ahí. Cuando el paco culiao cachó que se estaba metiendo en la boca del lobo, se dio vuelta y casi rueda escaleras abajo, hueón, fue cuático, todos los cabros tirando camotes y gritándole chuchás. Era pa grabar la hueá. Se da la mano acá en Valpo pa' darle cara a los pacos, porque cuando quieren perseguirnos pa' los cerros se les va en collera la subida. Es como en el Señor de los Anillos la hueá: puro masacrando orcos, hermano.


Bueno, de ahí que quedamos on fire po. Nos vinimos pa acá pa la subida Aníbal Pinto y seguimos poniéndole. De repente apareció el papá del Ñaja y nosotros todos encapuchaos pos hueón. Tratamos de hacernos los larry, pero nos cachó al toque. El Rumano le dijo “hola tío” y todos terrible urgíos pos hueón, no cachábamos que el viejo era más prendío que tele de conserje y en vez de retarnos, le dio por dar vuelta un auto pa quemarlo ¡Cacha! ¡La volaíta! ¡Ooohh! Nos cagamos de la risa, hermano. Todos agarrando pal hueveo al pobre Ñaja, “oye controla a tu viejo hueón oh”. ¿Es que te cachai si dábamos vuelta el auto? La mansa cagá pos loco. Pero ahí nos sosegamos. El viejo se entró y el Ñaja empezó a contar los dramas del caballero, que andaba terrible violento el último tiempo y que su vieja se había ido de la casa, de vuelta a Santiago. Ahí nos calmamos y la hueá tomó otro tono.


Si lo estábamos pasando terrible bien pos hueón. Los pacos viraron y nosotros nos fuimos a carretear a la casa de la punki Maura, allá en el cerro Barón ¡El manso azote! Pero dando cualquier jugo, hermano. La hueá era a la chucha de la loma, arriba del cerro. Llegamos hechos pebre. La casa era de lata, terrible antigua y se veía todo el puerto desde la ventana. La Maura nos presentó al hermano, que estaba carreteando con unos conocidos y allí estaba el maricón este po. Nosotros estábamos entero locos y sí, igual nos pegamos el show un rato, pero na del otro mundo. Si la hueá estaba buena onda. No caché si los hueones eran marinos o qué onda, pero estaban entero duros y eran medios raros. Bailaban Morrisey y hueás así. Yo me puse a jotearme a la punki Maura, de curao no más, pero no me pescó, por piante. Igual todos estábamos en la misma. El Ñaja estaba huaila, tirado en el sillón, y el Rumano empezó a cambiar la música y a poner cumbias. Después llegaron otros cabros y se sacaron unos pitos. Los “paraguazos de yungay” les decían y les daban cualquier color con que era una yerba brígida. Yo no pesqué mucho y me le mandé una quemá a fondo, que me dejó terrible loco. Empecé a ver todo doble y pronto me fui a piso, hueón. Me acuerdo que pesqué un almohadón del living y me tiré en una esquina.



Vos te reís, pero ahora viene la hueá cuática, si no es na pa la risa. Yo estaba entero loco y me quedé dormido. De ahí no sentí nada hasta la mañana. Me acuerdo que estaba soñando hueás calientes. Que me agarraba a la Maura, pero así con todo po. La verdad es que no tengo noción del tiempo, pero en mi mente yo estaba pasándola terrible bien. Cuando de repente desperté y caché que era de día. Yo estaba ahí po, tirado en las tablas con la corneta terrible pará. De repente cacho mejor y tenía la camisa abierta, así, y encima del pecho la mano de este hueón. Posta, hermano, el culiao me había cachado ahí tirado y me había corrido mano, quizás cuanto rato po y yo, dormido y loco, me había pasado otros rollos. No me hueís po, si vos sabís que no pasa ná, que no soy ná maraco. La hueá es que como estaba terrible loco, no despabilé al toque. Pero el loco cachó que medio había despertado y se viró. Yo no me podía la raja y me mandé una pestañá así de ultratumba. Cuando volví a abrir los ojos, el culiao ya se había ido. Me dolía la cabeza y seguía con la corneta pará, la camisa abierta y estaba medio confundido hueón. De repente despabilo bien y me paro rápido. La casa estaba llena de gente durmiendo. El Ñaja seguía póster en el sillón y el Rumano estaba abrazado en el suelo con la punki Maura. Le sacudí el hombro y abrió los ojos apenas. Le mostré el pecho al hueón, “¡Mira!”- le dije- “¡Desperté con la camisa abierta, un culiao me anduvo corriendo mano, hueón!”, pero el Rumano estaba muerto. Estaba así... en otra dimensión y no me pescó.


Pesqué mis hueás y salí cerro abajo. Pasé al cajero y como me quedaban unas lucas, me fui al puerto. Me chanté un caldillo de congrio pa arreglar el alma. Estaba pa la cagá, hermano. Después me fui a la playa de Los Enamorados y dormí todo el día ahí. Cuando me desperté, me encontré con los amigos de mi hermana, que siempre van pa allá. Uno me prestó el celu y llamé al Ñaja. Estaban en la casa los cabros, entre preocupaos y cagaos de la risa. Me fui pa allá, nos tomamos unos vinos y me subieron el ánimo. Igual cacharon que yo estaba afectado, así que no me huevearon mucho. De a poco, volvimos al mambo y reactivamos. Llegó la rusia, la que te digo, y de una nos caímos bien. Nos comimos unos causeos de jurel con tomate y salimos de nuevo con los cabros. Y ahí lo pasamos bien, si lo estábamos pasando terrible bien, hueón. Yo con la loca estaba en mi salsa. Era linda, la porteñita.


En eso estábamos allí en la subida Aníbal Pinto cuando vi a este maricón culiao. No aguanté, hermano y fui le pegué un empujón. “¿¡Así que andai corriendo mano, guacho conchetumare!?”. El loco me miró terrible feo y pegó la vuelta. Yo me envené más y le quise poner una patá en la raja, pero el loco me esquivó y de una, se dio vuelta y me puso un punzazo aquí en la guata. Me fui a piso al toque po. Me agarré con la mano y cuando vi, tenía todos los dedos con sangre hueón. De los puros nervios, de nuevo apagué tele. Fueron unos segundos no más, porque de ahí caché que la rusia me tenía agarrado en el suelo y gritaba pidiendo ayuda. Los cabros salieron persiguiendo al culiao y después me contaron que lo corrieron hasta la Plaza Sotomayor. Allí el maricón se metió en la prefectura naval. Así que ahí quedamos po. Por suerte la hueá no fue más grave y ahora estoy pa contarla. Me dio vergüenza la hueá e inventé otra cosa en el hospital. No me creyeron mucho, pero me largaron luego. La rusia se debe haber asustado con todo esto y se fue lueguito. Dijo que iba a volver sí, pero no le compro mucho. El Ñaja me fue a comprar estas compresas de hielo y me voy a quedar aquí hasta sentirme mejor pos ¿Me alcanzai la otra que está en el refri? No sé. Voy a matar a este culiao si lo pillo. Ni un brillo la hueá.


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